El Athletic estuvo al borde del abismo en el Ono Estadi, dos goles abajo a un cuarto de hora de la conclusión, y evitó el desastre en el descuento. El gol de Llorente, que valía el empate a tres goles, refleja con fidelidad sus ansias de vivir. Por encima de sus evidentes limitaciones, que el Mallorca estuvo a punto de explotar para adjudicarse un triunfo que hubiese sido un monumento a la eficacia, el Athletic demostró que se aferra a la vida en una Liga que gestiona cuesta arriba.
El marcador final es fruto del descontrol, de los desajustes de unos y otros, pero de esa pelea sin rigor táctico salió beneficiado el equipo de Gregorio Manzano, que no necesitó desmelenarse para llevar casi todo el choque con viento favorable. En ello tuvo bastante responsabilidad el hombre del partido, Aritz Aduriz, sobre quien se centraban todas las miradas por motivos obvios. El guipuzcoano fue autor de dos dejadas mortales a Arango que, sin embargo, no hundieron a su ex equipo, aunque faltó muy poco.
Para entender el reparto de puntos, cuyo valor es más anímico que matemático para los rojiblancos, hay que reparar en la fe de unos jugadores que suplieron su escasa pericia con una insistencia envidiable. En una última media hora frenética, el Athletic empujó sin suerte hasta equilibrar un marcador espeluznante. Un premio cuando menos ajustado al esfuerzo invertido. El Mallorca, muy vulnerable atrás, acabó cediendo y su lamento sólo se justificaría por lo tardío del gol definitivo, no por otra cosa.
La primera mitad discurrió sin excesiva gracia. Se diría que el Mallorca, con ventaja desde muy pronto, estuvo conforme mientras veía cómo se consumían los minutos sin que apenas hubiese nada reseñable. Prudentemente replegado, aprovechó para lanzar dos o tres contras profundas, gracias sobre todo a la vivacidad de Jurado, el hombre más sobresaliente con diferencia de este período.
Esa actitud un tanto contemplativa no importunó en exceso al once balear. En realidad, únicamente se vio inquietado a balón parado. Y es que el Athletic, salvo en dos cabezazos de Llorente a la salida de sendos córners botados por David López, fue inofensivo.
Pese a ir por detrás en el marcador, el Athletic no acertó a dotar de cierta intensidad y sentido al juego. Desperdició la mayoría de sus posesiones con errores de bulto y a menudo recurrió al envío en largo hacia un Llorente tan poderoso como aislado.
El escaso acompañamiento del equipo de Caparrós en posibles acciones de ataque quizás estuviese motivado por el temor que la situación clasificatoria genera. Con el Athletic encogido, pudo Varela apuntillar, pero Iraizoz repelió su derechazo a bocajarro. Luego, Suárez puso el susto en un córner mal defendido y cuando ya se olía el descanso, Medina Cantalejo compensó la impotencia visitante con un penalti que reclama una investigación a fondo.
El marcador final es fruto del descontrol, de los desajustes de unos y otros, pero de esa pelea sin rigor táctico salió beneficiado el equipo de Gregorio Manzano, que no necesitó desmelenarse para llevar casi todo el choque con viento favorable. En ello tuvo bastante responsabilidad el hombre del partido, Aritz Aduriz, sobre quien se centraban todas las miradas por motivos obvios. El guipuzcoano fue autor de dos dejadas mortales a Arango que, sin embargo, no hundieron a su ex equipo, aunque faltó muy poco.
Para entender el reparto de puntos, cuyo valor es más anímico que matemático para los rojiblancos, hay que reparar en la fe de unos jugadores que suplieron su escasa pericia con una insistencia envidiable. En una última media hora frenética, el Athletic empujó sin suerte hasta equilibrar un marcador espeluznante. Un premio cuando menos ajustado al esfuerzo invertido. El Mallorca, muy vulnerable atrás, acabó cediendo y su lamento sólo se justificaría por lo tardío del gol definitivo, no por otra cosa.
La primera mitad discurrió sin excesiva gracia. Se diría que el Mallorca, con ventaja desde muy pronto, estuvo conforme mientras veía cómo se consumían los minutos sin que apenas hubiese nada reseñable. Prudentemente replegado, aprovechó para lanzar dos o tres contras profundas, gracias sobre todo a la vivacidad de Jurado, el hombre más sobresaliente con diferencia de este período.
Esa actitud un tanto contemplativa no importunó en exceso al once balear. En realidad, únicamente se vio inquietado a balón parado. Y es que el Athletic, salvo en dos cabezazos de Llorente a la salida de sendos córners botados por David López, fue inofensivo.
Pese a ir por detrás en el marcador, el Athletic no acertó a dotar de cierta intensidad y sentido al juego. Desperdició la mayoría de sus posesiones con errores de bulto y a menudo recurrió al envío en largo hacia un Llorente tan poderoso como aislado.
El escaso acompañamiento del equipo de Caparrós en posibles acciones de ataque quizás estuviese motivado por el temor que la situación clasificatoria genera. Con el Athletic encogido, pudo Varela apuntillar, pero Iraizoz repelió su derechazo a bocajarro. Luego, Suárez puso el susto en un córner mal defendido y cuando ya se olía el descanso, Medina Cantalejo compensó la impotencia visitante con un penalti que reclama una investigación a fondo.
Diario As
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